jueves, 21 de julio de 2016

Sentir cinco veces para diseñar una!
Siete de la tarde suena el teléfono, esa llamada que tanto estabas esperando pero a lo largo de la conversación te vas dando cuenta que cambió el panorama para el cual vos venias diseñando. Esta vez no solo es un cliente, sino que son cinco y cada uno con una necesidad a satisfacer diferente. Al principio no entendes porque no podes diseñar un producto que responda solo a la estimulación de cada uno aunque entendes que te llevaría más tiempo pero no importa porque sería un diseño más personalizado. Caes en la cuenta que cada tarea conceptual previa al diseño va a tener que estar pensada y meticulosamente analizada cinco veces y que la única forma de encontrar el éxito en la propuesta es por el arte de la vinculación. Y es en ese momento, que estas ahi poniendo a prueba a tu cabeza, te das cuenta que la clave no está solamente en vincular a estos cinco demandantes de atención, sino en habitarlos para poder así satisfacerlos.
Con este pensamiento nos embarcamos con mi compañero de diseño Juan Ridolfi, estudiante de la UBA de la carrera diseño industrial con quien compartimos la cátedra de diseño RONDINA. 
Hasta esa primer clase, en la cual tímidamente se introdujo este nuevo TP 3, veníamos diseñando respondiendo a condicionantes pautados por nosotros mismos desde un lugar casi conceptual y por fin llego el dia de poner las manos en la masa!
En la experimentación de resaltar las experiencias por como nos hacen sentir y reaccionar a nuestros estímulos humanos, erróneamente intentamos jerarquizarlos. Casi que de manual uno podría decir que el más importante es el del tacto, pero qué pasa cuando te escuchas diciendo ese refrán que copiaste de tu mamá, que tu mamá copio de su mamá y tu abuela de tu bisabuela? O cuando estás llegando cansado a tu casa después de un largo y intenso día y antes de abrir la puerta ya sentís ese olorcito a tu comida preferida que te remite a la linda cena que vas a tener con tu familia? Cada uno de ellos es igual de importante y por eso entendimos que era ridiculo buscar una vinculación ya que la única forma de trabajar con ellos es verlos como un todo y no como "clientes ajenos".
Y como siempre es gratificante llevar las propuestas a un paso más, con Juan nos inducimos en un particularizante del cual no solo teníamos como meta intentar unificar los cinco sentidos, sino que el producto que nazca de ello sea un producto que responda a las enseñanzas de los trabajos prácticos anteriores. Entre los dos nos pusimos de acuerdo en que era lo que más nos había marcado como diseñadores hasta ahora y llegamos a la conclusión de que anhelabamos trabajar bajo el concepto de reciclaje, donde cada decisión como diseñadores y cada acción de nuestros usuarios se vería conectada en un ciclo en el cual nada se pierde, todo se retroalimenta. Decididamente queríamos que nuestra propuesta de galletitas no solo nazca de un concepto transformativo sino que inconscientemente implante un mensaje de concientización ambiental y humano.
 Ya no eran unas simples galletitas que uno seguiría consumiendo por su delicia, sino que el usuario tenía la oportunidad de plegar su envase, llevarlo a su casa, y con la información y los materiales necesarios, darle vida a un ser de la naturaleza en su propio hogar. Gracias a la ayuda de los cinco sentidos, esta propuesta nos permite estimular al consumidor, ya sea gracias al olor que las galletas expresaban al abrir el pack, al ruido como de maraca que harían la semillas dentro, el verde casi fluo del pasto ubicado en su interior, la manipulación del pack como si fuese una creación propia y por último pero no menos importante, el delicioso sabor logrado exclusivamente por aquella fruta natural el cual nacería finalmente, el motor para su gestación.

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